Uno de los grandes misterios de la vulcanología narra la erupción de un volcán en el siglo XIII, una erupción tan fuerte -se considera una de las más potentes de los últimos siete milenios-, que incluso su nube de cenizas consiguió enfriar la Tierra.
Los científicos tenían indicios de que este fenómeno había ocurrido, pero no sabían dónde ni tampoco cuándo con exactitud. Franck Lavigne, geocientífico de la Universidad de Panthéon-Sorbonne en Meudon (Francia), cree resuelto el misterio, aunque se muestra cauto. El investigador ha compartido sus datos y fotografías de los restos del supuesto supervolcán en un encuentro de la Unión Geofísica Americana (AGU), pero, según publica ScienceNews, se niega a identificar el nombre específico del volcán hasta que su sea publicado en una revista revisada por pares, el método que suelen emplear los científicos para hacer públicas sus conclusiones.
«Tenemos evidencias nuevas y sólidas de la mayor erupción volcánica en 7.000 años», afirma Lavigne. Al parecer, el volcán podría estar situado en Indonesia, que tiene más de 130 activos, aunque el vulcanólogo no ha confirmado este extremo.
Las incertidumbres geológicas básicas se extienden hasta el presente. Diferentes respuestas a cuestiones como la cantidad de 40K en el núcleo terrestre o sobre la convección del magma en el manto (hay una o dos celdas) dan lugar a diferentes explicaciones para el flujo de calor y la geotectónica de la Tierra. Lo que sí está claro es que el flujo interno de calor, menos de 100 mW/m2, tiene un efecto pequeño comparado con la reflexión, absorción y emisión de la radiación solar.
Solamente hay dos posibles fuentes de calor terrestre, pero la importancia relativa de las respectivas contribuciones no está aún muy clara. El calor basal, liberado por un lento enfriamiento del núcleo terrestre debe representar una gran parte del flujo total, si bien cálculos basados en la desintegración radiactiva del U235, U238, Th232 y K40 sugieren que éste representa al menos la mitad y quizás hasta nueve décimos del flujo total de calor del planeta. Esta disparidad obedece a la incertidumbre en la concentración de K40 en la corteza terrestre. Pero sea cual sea la proporción, el flujo total, basado en miles de medidas realizadas desde los años cincuenta, está próximo a los 40 TW.
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